28 October, 2025
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La cereza del sur argentino ya tiene nombre propio: nace la Denominación de Origen del Valle de Los Antiguos

La cereza del sur argentino ya tiene nombre propio: nace la Denominación de Origen del Valle de Los Antiguos

En el extremo sur de la Argentina, donde los días se alargan bajo un cielo limpio y seco, y la paciencia rural se vuelve virtud, nace un fruto singular. Se trata de la Cereza del Valle de Los Antiguos, en Santa Cruz, que acaba de recibir la Denominación de Origen, un reconocimiento que distingue a aquellos productos cuya calidad está íntimamente ligada a su lugar de origen y a los saberes que los hacen posibles.

Este sello no es casual ni improvisado. Es el resultado de más de diez años de trabajo conjunto entre productores locales, el INTA, cooperativas, y organismos provinciales y nacionales. El fruto, en este caso, no solo se cultiva: se construye colectivamente.

Las características que hacen única a esta cereza se sienten a simple vista y al primer bocado: rojo intenso, dulzor pronunciado, una acidez justa y una firmeza que le da carácter. Pero su verdadero secreto está en lo invisible: en un entorno natural irrepetible y en el conocimiento transmitido de generación en generación.

“El INTA acompañó desde el inicio con asesoría técnica, desde las tareas de campo hasta el empaque y la postcosecha”, cuenta Liliana San Martino, investigadora del INTA Los Antiguos. Según detalla, para obtener la Denominación de Origen no solo se evaluó la zona productiva, sino también los métodos aplicados: “La poda, el manejo del riego y el momento exacto de la cosecha forman parte del diferencial”.

Tiempo y luz, los aliados del sabor

A orillas del lago Buenos Aires, el valle de Los Antiguos ofrece un microclima especial. La combinación de gran amplitud térmica, alta luminosidad y humedad relativa moderada favorece una maduración lenta de la fruta, lo que potencia sabor, textura y color. Mientras que en otras regiones las cerezas completan su desarrollo en unos 85 días, aquí ese proceso puede superar los 100.

Diego Aguilar, presidente de la Cámara de Cerezas de Mendoza y productor también en la Patagonia, lo resume con precisión: “Son las últimas en cosecharse en el hemisferio sur cada año, pero también las más dulces y crocantes”.

La cosecha comienza a fines de diciembre y puede extenderse hasta mediados de febrero, según el comportamiento del clima. El momento justo no lo dicta una máquina, sino la experiencia. “Se pueden medir los azúcares, pero es el productor quien sabe cuándo hay que cosechar”, afirma San Martino.

Así, en el sur austral, donde la luz y el tiempo tienen otro ritmo, nace una cereza que ya se distingue por su nombre y por su origen. Una fruta con historia, identidad y sabor propio.