Oficios en peligro
Hace algunos años, cuando se rompía una canilla o un caño, la solución estaba a una llamada de distancia. Hoy, conseguir un plomero disponible puede demorar días, y el panorama futuro parece aún más complejo. Según un estudio reciente de Amanco Wavin (2024), prácticamente no hay plomeros entre los 18 y los 25 años en Argentina. Es decir, los jóvenes ya no eligen este oficio.
El dato no es menor. En un país donde la construcción y los servicios domiciliarios forman parte del tejido económico cotidiano, la ausencia de relevo generacional en los oficios podría transformarse en un problema estructural. “En el país existe una gran necesidad de trabajadores calificados, pero hay un desbalance entre oferta y demanda, problemas estructurales en la educación técnica y una falta de políticas sostenidas que valoricen estos trabajos”, explica Víctor Guajardo, gerente general de Amanco Wavin Argentina.

El estudio revela que el 98% de los plomeros son hombres, y que el 41% tiene entre 46 y 55 años, mientras que los menores de 25 prácticamente no existen en el rubro. La mayoría llegó al oficio por vocación (84%), y un 60% continúa capacitándose.
Sin embargo, la franja de jóvenes entre 26 y 35 años apenas alcanza el 13,4%. Si esta tendencia continúa, Argentina podría enfrentar un vacío laboral crítico en menos de dos décadas.
El Banco Mundial y el INDEC ya alertaron sobre un déficit del 25% en trabajadores especializados, entre ellos plomeros, albañiles, electricistas y herreros. Esta escasez encarece la construcción entre un 8% y un 12%, y retrasa obras públicas y privadas.

Una “especie en extinción” que sostiene al país
La situación de los oficios manuales no es nueva, pero sí cada vez más visible. Mientras las universidades se llenan y las redes sociales muestran nuevas profesiones digitales, el país pierde lentamente a quienes sostienen su infraestructura más básica: los que reparan, construyen, mantienen y hacen posible la vida cotidiana.
“El Chat GPT no puede reparar caños rotos”, bromeó —no sin razón— Jensen Huang, CEO de Nvidia, quien recientemente afirmó que “la próxima generación de millonarios serán plomeros y electricistas”. Según el empresario, la demanda de oficios calificados crecerá exponencialmente por el auge de la construcción de centros de datos y nuevas infraestructuras tecnológicas.

Los problemas detrás del déficit
Los especialistas coinciden en que los factores que explican este fenómeno son múltiples:
• Brecha generacional: los jóvenes no se sienten atraídos por los oficios tradicionales.
• Falta de formación formal: gran parte de los trabajadores se capacitan de manera autodidacta o heredada, sin certificación oficial.
• Desvalorización social: las profesiones técnicas o manuales no gozan del prestigio que merecen.
• Desarticulación educativa: pocas escuelas técnicas actualizadas o con recursos adecuados.
• Precarización e informalidad: muchos oficios se ejercen sin aportes ni cobertura médica.
• Déficit de políticas públicas: escasos programas que promuevan la formación y formalización del sector.

Oficios que valen oro
Paradójicamente, la demanda de plomeros y electricistas está en alza. Los profesionales con buena reputación tienen sus agendas completas con semanas de anticipación. El 70% de los plomeros encuestados considera que su trabajo está bien remunerado, aunque solo el 16% cree que esa compensación refleja el esfuerzo y la capacitación que demanda el oficio.
El problema no parece estar en los ingresos, sino en la percepción social. “Los jóvenes no ven en estos oficios una carrera con futuro, cuando en realidad lo tienen —y mucho—”, señala Guajardo. “Debemos incentivar la formación técnica entre las nuevas generaciones y promover la inclusión de mujeres en el sector”.

El futuro del trabajo manual
La tendencia global refuerza esta visión. Mientras la automatización avanza, las profesiones que requieren habilidades manuales, experiencia práctica y conocimiento técnico se vuelven más valiosas. El mundo necesitará, según Huang, “duplicar la fuerza laboral calificada en oficios cada año”.
En Argentina, el desafío está en revalorizar y profesionalizar los oficios, dotándolos de prestigio, formación continua y respaldo estatal. Las políticas públicas, los centros de formación técnica y las empresas tienen un rol clave para evitar que los oficios se conviertan en una especie en extinción.