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Clima más seco en los próximos meses será el principal problema para la campaña gruesa de granos

Clima más seco en los próximos meses será el principal problema para la campaña gruesa de granos

La campaña gruesa de granos, que comenzó en los últimos días con la siembra de girasol y maíz, atravesará sus primeros meses con lluvias menores al promedio para esta época del año debido al fenómeno climático de La Niña, lo que se presenta como el principal desafío para el desempeño del ciclo y provocó recortes en las estimaciones de producción.

Este fenómeno climático, producto de temperaturas menores al promedio en el océano Pacífico ecuatorial, afectará a la región y contará con el agravante en la Argentina, de concretarse, del ya marcado déficit hídrico en vastas zonas del área agrícola nacional, como Córdoba, el norte del país y partes del margen oeste.

“Para esta campaña se está previendo que haya más de 75% de probabilidades de que entre octubre y diciembre transitemos un escenario climático tipo Niña, con lluvias por debajo de los promedios históricos. Vamos a tener menos agua de lo normal”, explicó a Télam el jefe de Estimaciones Agrícolas de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), Esteban Copati.

Para Copati “nos estamos adentrando en un proceso más seco que lo normal en una condición bastante desfavorable, porque gran parte del área agrícola, más del 70% a nivel nacional, no ha registrado lluvias importantes en los últimos meses, e incluso durante el verano esas regiones estuvieron secas”.

El aumento de las temperaturas y los días más largos que se avecinan agravarán el problema “porque va a haber una mayor demanda atmosférica y una mayor transpiración de agua de los cultivos en un contexto global de déficit hídrico”.

Este panorama llevó a que muchos productores adoptaran una estrategia de “trasladar las fechas, en el caso del maíz, de temprano a tardío”, dijo Copati.

Históricamente la siembra del cereal comienza en septiembre con su etapa crítica de floración en diciembre, cuando es imperativo que reciba agua para definir rendimientos.

Pero ante la posibilidad de que las lluvias se ubiquen por debajo del promedio los productores, que en su mayoría se encuentran en la periferia de la zona núcleo, podrían optar por sembrar de manera tardía, en noviembre, para que su período crítico se dé en febrero, cuando las lluvias son más copiosas y recurrentes.

Según proyecciones de siembra y cosecha de la BCBA publicadas esta semana la implantación de maíz alcanzará las 6,3 millones de hectáreas (200.000 menos que en el ciclo 2019/20) y la cosecha será de 47 millones de toneladas (-4,5 millones).

Para la soja, en tanto, se espera un ascenso en el área de 100.000 hectáreas, hasta 17,2 millones, con lo cual la producción se reduciría en 2,5 millones de toneladas.

Copati explicó que “a pesar de la baja en la superficie de los otros cultivos, lo que libera espacio para la oleaginosa, los productores están viendo que tienen que diversificar riesgo, por eso en algunas zonas están apareciendo cultivos regionales como el poroto o el algodón en el norte”.

Si se toma en cuenta la estimación de producción de soja y maíz, y se suman las de trigo (17,5 millones de toneladas); girasol (3,1 millones); cebada (3,7 millones); y sorgo (3 millones), el total de la cosecha agrícola se ubicaría en 120,8 millones de toneladas, un 6,1% menos que el ciclo anterior.

Bajo este panorama se prevé que el producto bruto de las cadenas agrícolas descienda 0,2% en 2021 respecto de 2020 (año para el que se calcula una reducción de 5,7% frente a 2019), hasta los US$ 31.173 millones, con exportaciones calculadas en US$ 25.000 millones, lo que significará una caída interanual del 3%.

“Hay signos de estancamiento en dos campañas consecutivas con caída del producto bruto agrícola y eso tiene que ver con el clima, pero también con las propias políticas”, opinó el economista jefe de la BCBA, Agustín Tejeda.

Para el experto, “medidas como el aumento de los derechos de exportación y la reaparición de la brecha cambiaria hacen que exista la diferencia entre lo que el productor debería recibir y lo que recibe”.

“Eso afecta las decisiones en materia de siembra, de incorporación de tecnología, pero también de comercialización, que es lo que estamos viendo con la soja en la actual campaña”, sostuvo Tejeda.

A su juicio, “vamos a tener una campaña con menor producción, pero con stocks crecientes”, lo cual “tiene un aspecto positivo, ya que vamos a tener una oferta que compensa la baja en la producción”.

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